lunes, 31 de mayo de 2010

¿Coordinación o Centralización Educativa?

Hasta 1982, la centralización de nuestra vida colectiva fue una tendencia sostenida. El nuevo grupo gobernante que llega al poder federal en 1982, presenta un proyecto económico y político que, además de coherencia muestra continuidad, ya que las siete tesis del candidato Miguel De la Madrid -de las cuales nos interesa resaltar la relativa a la descentralización de la vida nacional- constituyen los elementos fundamentales que orientan la política pública durante el gobierno del Presidente Miguel De la Madrid.

Por lo que toca a la tendencia centralizadora, dicho proyecto económico y político representa un punto de ruptura con dicha tradición, al señalar como decisión política fundamental de su gobierno la descentralización de la vida nacional a través del fortalecimiento del federalismo y del municipio libre. Ahora bien, en el ámbito educativo la tendencia centralizadora ha dejado profundas huellas en los hábitos administrativos y en la legislación vigente. Es por ello que la nueva tendencia descentralizadora tardará tiempo en imponerse y aportar sus frutos. Revertir la tendencia de centralizante a descentralizante es un esfuerzo a largo plazo, y en el cual, cubrir las lagunas legales en el nivel local y modificar la tendencia contenida en la legislación federal, es tan sólo un primer paso.
¿Coordinación o Centralización Educativa?
La división de funciones entre el gobierno central y los estados se enmarca en lo que el gobierno denomina el “nuevo federalismo.

En esta concepción del federalismo, el gobierno central tiene facultades para “determinar”, “normar”, “regular”, “evaluar”, y “fijar lineamientos generales”, y obliga a las autoridades locales a destinar recursos crecientes a la educación siendo que, en teoría, cada congreso soberano establece las disposiciones de ingreso y gasto público en su estado.

Los estados, en cambio, “prestan servicios”, “ajustan”, y “operan el sistema”. Por lo que respécta al gobierno federal, este mantiene las tareas importantes, la esencia de la educación, las cuestiones profundas, el control; en tanto que los estados manejan únicamente los asuntos de superficie, aunque no dejen de ser importantes. En otras palabras, se centraliza el poder y se descentraliza la administración. Esa es la esencia del modelo formal de la descentralización educativa de México. La educación nacional está aquejada por tantos y tan serios problemas. Pero pueden enumerarse, en breve, son:

Descentralización administrativa. No sólo habrá que proseguir la descentralización iniciada, sino que será necesario ampliar la esfera de competencia de las autoridades locales en cuestiones administrativas y técnicas.
Reforma administrativa de la SEP. La burocracia de esta secretaría —la más numerosa de todas— es particularmente pesada e ineficiente. La impreparación, pereza e irresponsabilidad de muchos burócratas tiene para el país un elevadísimo costo no sólo económico sino, lo que es peor, educativo. Habría que sanear, que exigir, que sacudir, que introducir gente distinta que de veras sepa y quiera trabajar. A pesar y por encima del Sindicato.
Nuevas formas de financiamiento. La capacidad financiera del Estado va llegando a su límite, querámoslo o no. El gobierno se enfrenta a la decisión de buscar nuevas fuentes de financiamiento, principalmente a partir de los propios estudiantes y sus familias. Será importante que se escoja un sistema acorde con la justicia distributiva.

Aún hay niños y jóvenes de los grupos marginados que no asisten a la escuela o la tienen que abandonar. Particularmente en las zonas indígenas y rurales, las carencias de muchas escuelas vulneran el derecho a una educación de buena calidad. Millones de mexicanos no saben leer y escribir, a los que se suman otros más que no han terminado la educación básica. Un país democrático no puede admitir la falta de equidad, y menos en la educación que es el medio por excelencia para promover la igualdad.

Tenemos que enfrentar de manera simultánea los retos de la calidad y la equidad. Diversas evaluaciones muestran las graves deficiencias que aún tiene nuestro sistema educativo. Maestros, padres de familia, empleadores y los propios. La escuela no es la única instancia educadora ni los logros educativos son únicamente su responsabilidad. Para mejorar el rendimiento escolar de los alumnos, resulta decisiva la familia, apoyando y estimulando, trasmitiendo valores y hábitos.

Debemos comenzar convirtiendo cada escuela en un espacio caracterizado por la calidad, la inclusión y la seguridad; donde se generen nuevas formas de gestión y se tomen en conjunto decisiones para hacer de cada plantel un modelo a escala de la educación y de la sociedad que queremos. Asimismo incorporaremos en la tarea educadora a las organizaciones de la sociedad civil, a los colegios de profesionistas, al sector privado y los medios de comunicación. Es colectiva la responsabilidad de coadyuvar al cumplimiento de las metas de los alumnos y los grandes objetivos de la educación nacional.

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